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Un viernes de Foodie bar en Caracas

 

Muchos nos preguntamos los días viernes, qué podemos hacer

en la Caracas nocturna

Afortunadamente, las capitales ofrecen algunas alternativas, unas más costosas, otras más caras. Pero como dice el adagio, hay para todos los gustos y para todos los bolsillos, agregaría yo.

Una de esas opciones de las noches caraqueñas es visitar Euro Loung Foodie bar Gourmet, en la Mezzanina del Hotel Eurobuilding, un lugar que se anuncia como exquisito y con algo muy importante: seguridad; combinado con una gastronomía y buena música.

Las de los  viernes  serán noches temáticas y entre ellas estarán Martini´s night, Cosmopolitan´s night, Mojito´s night, Chilli out & Tech´s night, Tapas & Flamenco Chilli´s night, Pisco & Ceviche´s night. También estarán las Noches Azules con Vodka Skyy.

 La música está a cargo de los Dj’s Alfredo Mena, Mario Babbaro, Ricardo Espinoza, quien además es el anfitrión; y Oscar Hernández.

Para el buen comer, según lo señaló Ricardo Espinoza, se ofrecerá variedad de platos, donde los ingredientes exóticos serán parte de la propuesta gastronómica.

Tradiciones en la plaza Bolívar de Chacao

                        En conmemoración del 23 de enero y como parte de las celebraciones decembrinas, sí, aún a finales de enero,  la alcaldía de Chacao ofreció el Concierto de Gala Tradiciones Venezolanas.

 La Orquesta Sinfónica Juvenil de Chacao, la Orquesta Sinfónica Juvenil de Baruta y las Voces Juveniles del Colegio Emil Friedman, ofrecieron un espectáculo musical, bajo  la dirección musical de Florentino Mendoza y la dirección coral de José Mena.

En la tradición de la Paradura del Niño, unos 400 artistas en escena ofrecieron este montaje para toda la familia, que resaltó  la dramatización de un pesebre viviente,

                         Luego de las palabras de bienvenida del alcalde de Chacao, Emilio Grateron, quien estuvo acompañado del también alcalde Gerardo Blyde y de la diputada María Corina Machado, el espectáculo dio inicio con la Historia de la Navidad – El Pesebre que sirvió para que la Orquesta Sinfónica Juvenil de Chacao interpretara «El Mesías», oratorio de Georg Friedrich Händel.

                        Esta sinfonía tuvo como solistas a la soprano Mariaca Semprum, la mezzosoprano Adriana Portales; el tenor Luis Cabrera y al barítono Gaspar Colón Moleiro.

 Al compás de la música de la Orquesta y las voces de los solistas se fue presentando el pesebre en vivo, interpretado por niños, quienes escenificaron a María y José, los pastores, el coro de ángeles y hasta los reyes magos.

                          La segunda parte del Concierto fue dedicado a la tradición de la paradura del niño, historia que fue contada en una representación teatral, que incluyó el relato de la historia de la fiesta que se celebra en las casas donde la devoción de sus habitantes se expresa en complejos y elaborados pesebres y que consiste en pasear al Niño Jesús en un pañuelo de seda, con cantos y procesiones. El día de la celebración, músicos, cantantes, rezanderos y padrinos entonan coplas pidiendo al Niño Dios que bendiga las casas y los campos. Cuando termina el paseo, el Niño es regresado y vuelto a colocar en el Pesebre, pero de pie.

                        El niño fue paseado por la Plaza Bolívar de Chacao como lo determina la tradición, es decir, acostado en un pañuelo de seda y lo siguieron niño vestido a la usanza andina, interpretando melodías en violín, guitarra y mandolinas.

  Luego la danza tradicional se hizo presente con los pastores de San Joaquín y fue interpretada una suite navideña, con arreglos de Efraín Arteaga. Temas como la Blanca Paloma, Adeste Fideles, Alegres Cantemos, Campanas de Ucrania, Noche de Navidad, Gloria in Excelsis Deo, Tun Tun y Noche de Paz  deleitaron a los presentes, con la música de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Chacao, la Orquesta Sinfónica Juvenil de Baruta y las Voces Juveniles del Colegio Emil Friedman.

                        Y como nunca falta un espontáneo, a la hora de la paradura del niño, una señora se metió en la interpretación y colocó flores al niño en su pesebre, mientras que otra señora de la tercera edad aprovechó el momento del paseo del niño en  el pañuelo para acercarse y besar la imagen.

                        En general, el público disfrutó del espectáculo, incluso recordaron tiempos pasados y comentaron la necesidad de mantener estas tradiciones que con la agitada vida diaria se han ido  relegando.

Entre mimos y payasos te veas en el tránsito de la Gran Caracas

Para muchos, los recuerdos de la infancia están relacionados con Sabana Grande, sobre todo entre los 8 y 10 años. ¿La razón?, antes era normal que todos los domingos las familias salieran  a comer helados.

Luego, como si de una película se tratara, aquellas calles del boulevard se transformaron en zona de guerra, no es que estuviéramos en conflicto armado, sino porque  los buhoneros o comerciantes informales  hicieron suyos esos espacios y la pelea era entre ellos, por ganar el favor de los transeúntes.

 Comenzó entonces una etapa de temor, y quienes circulaban por Sabana Grande escuchaban, ya sean leyendas urbanas o no, los cuentos de atracos y de personas de mal vivir que habitan tomado con descaro aquellas calles

El Gobierno, muy a cuenta gota, atendió el reclamo de muchos de los ciudadanos y comenzó el largo proceso de recuperación de toda la zona comprendida entre Plaza Venezuela y el final de Sabana Grande, proceso que aún no ha concluido, y que no pocas críticas generó, genera y, seguramente, generará en un futuro cercano.

Una de las acciones tomadas por el ejecutivo de la Capital, que sin embargo no es de su cosecha propia, ya que Antanas Mockus en su paso por la alcaldía de Bogotá (1995-1998) también lo hizo, contrató mimos para que quienes cruzan las calles de Sabana Grande sean «educados» en el buen convivir ciudadano.

En el caso del alcalde de Bogotá,  para que se respetaran las cebras, o paso peatonal,  contrató mimos para que ridiculizaran a quienes se detuvieran sobre el rayado; y como una forma de penalizar a los infractores distribuyó también tarjetas rosadas que al mostrarse implican una protesta ante el atropello, como en el fútbol.

Los mimos, o payasos nacionales, son más educados que los del colombiano, pues si bien es cierto que tienen la misma función, educar al peatón e incluso al conductor, no llega a burlarse o ridiculizar al infractor, aunque a veces sí lo hace, pero creemos que no como una política oficial, sino más bien por el calor que cada mimo le imprime a su actuación.

Estos vigilantes del tránsito en los semáforos, con franelas rojas pagadas por Pdvsa La Estancia,  son una especie de memoria civil que busca que todos aprenden las elementales normas ciudadanas de comportamiento en las esquinas, semáforos y paso peatonales.

Hasta aquí uno pudiera pensar que es una linda tarea que hacen estos payasos o mimos, pero habría que preguntarse ¿tiene sentido utilizar a quienes están destinados por principio a hacernos reír, distraer o pasar un buen momento  a estas lides educativas?

Los payasos nacionales, es decir, los de Sabana Grande, intentan en varias de las calles que los peatones entiendan la necesidad de respetar los rayados para circular entre esquinas y calles,  e incluso que los conductores hagan caso al semáforo y respeten sus colores.

Algunas personas que estaban en la zona de los mimos mientras yo tomaba fotos de estos ¿improvisados? fiscales de tránsito, comentaban lo absurdo de esta medida, que no inspiraba, según ellos el respeto a las normas.

En el Este tampoco se respetan las normas

No piense el lector que soy un aguafiestas de las iniciativas del gobierno revolucionario, porque, hay que ser sinceros, en el municipio Sucre el panorama no es mejor, e incluso es más bizarro

Al salir del Centro Comercial El Marqués, en esa intersección de La California   se pueden ver saltimbanquis, payasos y mimos tratando de que las personas respeten el paso peatonal.

Con silbatos, carteles, alguna que otra burla, estos ¿improvisados? agentes del tránsito buscan crean en los caminantes  la conciencia de respetar el rayado ser buenos ciudadanos.

Los bizarro de esta situación es que los mimos, payasos, saltimbanquis, y otros personajes de circo se mezclan con los naturales servidores públicos destinados a la acción de cuidar el tránsito y el flujo vehicular y de peatones. Es así que entonces encontramos en una misma esquina mimos, agentes de la Policía de Sucre y fiscales de tránsito de INTT cumpliendo las mismas responsabilidades, esto en el mejor de los casos, porque, como siempre hay unos que se creen más vivos que otro, hay momentos en que los fiscales del INTT y de la policía de Sucre buscan la protección de los árboles para conversar animadamente en grupo, mientras que los mimos son los que tienen toda la tarea de dirigir tránsito, peatones, y todo lo que sucede en esa intersección.

Se pregunta entonces uno, si los servidores públicos están malgastando el salario que se les paga, ya que estar debajo del árbol conversando es malgastar el tiempo de trabajo, quién o quienes pagan a estos mimos. ¿Sin almas caritativas que trabajan Ad Honorem?, ¿acaso los mimos, payasos y zanqueros reciben un sueldo o una contribución por parte de los ayuntamientos que adelantan estas iniciativas?

Al preguntar a quienes parecían ser los responsables de esta acción municipal en Sucre, una señora con un letrero de Crear Conciencia, pero que no se quiso identificar, alegó que todo obedece a una campaña para que la población, de manera jocosa y divertida se comprometa a mejorar su accionar ciudadano.

Algunos peatones no estaban de acuerdo y manifestaron que el tema del tránsito es algo serio para dejarlo en manos de los payasos, quienes, por cierto, no tienen la tarea de crear conciencia, salvo aquel caso de Toco Gómez, y su personaje Togolo, quien enseñaba a cepillarse los dientes, con el apoyo de una empresa productora de pasta dental.

Si el tema del tránsito y los peatones lo vamos a resolver, sea en Sabana Grande o en  Sucre, con payasos y mimos, ¿será que los fiscales y los policías dejarán estas funciones porque son «payasadas» y no merecen ser atendidas por las fuerzas públicas?

¿Sale más caro un policía que un payaso?, desconozco eso pero volviendo al tema del alcalde de Bogotá, Antanas Mockus, quien fue entrevistado Milagros Socorro (sigo quitándome el sombrero y elogiando la capacidad de la colega en sus entrevistas y opiniones)   donde, entre otras cosas,  resaltó que lo de los mimos duró menos de quince días porque los mimos eran profesionales y había que pagarles salarios de mimo para que dirigieran el tránsito. «Ellos fueron muy colaborativos al principio pero después querían que les pagáramos como si estuvieran en función todo el tiempo. Resultó que un mimo es más costoso que un alcalde. Decidimos capacitar veinte grupos de veinte mimos, en veinte horas cada uno; pero en veinte horas usted no forma un mimo, así que optamos por entrenar cincuenta bachilleres policías para que ayuden en esto como mimos”.

Italia invade predio español en La Candelaria

Quienes me conocen, y si no, sépanlo ya, no se asiduo a realizar reseñas culinarias, porque   creo que hay unos excelentes comunicadores sobre este arte. Sin embargo, cuando me invitaron a visitar un lugar italiano en  el enclave por excelencia de la comida española, La candelaria, me dije… Yo tengo que ir.

 En medio de fabada asturiana, cocido gallego, cochinillo, paella, y otras exquisiteces de la Madre Patria, se encuentra  en la calle Campo Elías, con esquina de Alcabala a Urapal,  Edificio Guaracarima, PB La Candelaria, para más señas,  a una cuadra detrás de la Iglesia La Candelaria, Capricho Bar Restaurante. La entrada es sencilla, con un letrero negro en lo alto, así que tenga cuidado de no seguir de largo y terminar en uno de los locales españoles. La ventaja es que Capricho está empezando la cuadra.

Al entrar fuimos llevados a la segunda planta del lugar, donde ya otros periodistas y comunicadores estaban conociendo a los dueños del restaurante, y nos recibió por María Eugenia Ruiz. Concluidas las presentaciones, nos trasladaron a nuestra mesa, interesante concepto con figuras decorativas, conformada con pasta y otros detalles llamativos.

Detrás de Capricho se encuentra, Ángel Parra, ilustrador venezolano, junto a Joyce Parra, creadora del Capricho, quien apoya a su padre en sus proyectos artísticos y ahora en este gastronómico, además del cheff Marco Potenza,  especialista en comida italiana, quien posee además su propio restaurante «Zio Tonino».

El concepto Capricho Bar Restaurante incluye comida italiana, pizzas, ensaladas con toques mediterráneos, postres criollos y tradicionales.

Para comprobar el arte culinario de la cocina del local, los presentes disfrutamos de una entrada llamada Envoltini di melanze (envuelto de berenjena relleno con queso de cabra), acompañado de bebidas como jugos, refrescos, o vino (blanco y tinto)

Luego los mesoneros trajeron a las mesas unas cestas de mimbre con Focaccia, algunas picantes y otras no, que además contó con la explicación del cheff  Potenza, quien nos explicó que el picante de la Focaccia está elaborado  base de aceite de peperon chino. 

Siguiendo con la degustación con motivo de esta inauguración probamos la bruschetta clásica Toscana, acompañado con una copa de vino blanco, para satisfacer la curiosidad de quienes se preguntaban  qué estaba tomando yo.

Uno de los platos más atractivos fue el suppli, que es una receta típica de la cocina romana consistente en una bola de masa hecha de arroz cocido en un caldo de carne y dejado enfriar, que se mezcla con huevo crudo, se recubre de pan rallado y se fríe en aceite hirviendo. Es muy parecido al arancino de arroz siciliano.

Ceviche de Pez espada y atún fue el siguiente plato a degustar. Reconozco que el pez espada parecía crema por su suavidad, no así el atún, algo rudo para mí gusto, pero dicen que en la variedad está el gusto.

Como remate de la tarde, sirvieron tres tipos de risotto; de camarones, de tomates secos y de champiñón. Si quieren mi opinión, me quedo, por el momento, con el de camarones, pero los otros no deben dejarse de lado.  

Adicionalmente,  en Capricho Bar Restaurante se anuncia que  “la espera es divertida y permitirá explorar cuan artista pueden ser sus visitantes porque cada mantel individual es un lienzo y en las mesas se colocarán creyones de cera, que permiten dejar fluir la imaginación del comensal”, no se si eso puede ser que están conscientes de que la cocina se tardará o que el local es chico y, para evitar deserciones, buscan mantener entretenidos a los presentes mientras esperan. También el cheff Potenza pondrá su granito de arena, ya que estará compartiendo su tiempo entre la cocina y los comensales, por aquello de que hay que oír a los clientes.

Una modelo nos mostró una idea de Capricho  pensando en las comidas que tienden a salpicar la vestimenta, es una servilleta – tipo babero – para que puedan disfrutar sin dejar huellas en la ropa.

La gente de Capricho tiene dos grandes retos: Uno, enfrentar una zona eminentemente española, con restaurantes de buen comer y beber a diestra y siniestra, cosa que no está mal porque la sana competencia siempre debe ser bien recibida. El segundo reto a enfrentar no solo atañe a este nuevo local, sino a todos los que están en las adyacencias, y se refiere a la acumulación de basura en sus alrededores, tema de discusión entre propietarios y autoridades municipales, porque eso resta atractivo a la zona, o al menos, esa es mi Visión Particular

Memoria voyerista de la ciudad

Sensación de estar cercado, de una ciudad con barras, corrales, estructuras que limitan y una angustia del ser, de la necesidad de libertad y hasta de escapar, todo esto es lo que a primera vista nos ofrece Cuarentena, exposición fotográfica digital de Dalia Ferreira, que se inauguró en la Galería Arteachorros, de Caracas

Un lenguaje fotográfico digital intervenido es lo que nos muestra esta comunicadora social, egresada de la Universidad Católica Andrés Bello y con quien estudié en esa época, que permite al espectador observar su punto de vista sobre una ciudad como Caracas, donde las vallas publicitarias, la arquitectura en punta, con elevados obeliscos que nos encierran y aprisionan.

Para mí, el cuadro fotográfico más representativo es el mosaico amarillo que refleja un edificio con sus ventanas y todo el micro mundo que se puede encontrar en cualquier estructura habitacional. Basta ver a lo que pasa a nuestro alrededor, e incluso en el propio círculo interno, para darnos cuenta que tan parecidos somos.

La fotografía digital intervenida a la que hago referencia y que esta sobre estas líneas, es como un gran juego de memoria, que, al dejar al descubierto cada espacio, revela una angustia,  un micro cosmos  que nos invita a observa, ver, y ser parte de lo que allí sucede.

Las imágenes que se repiten en algunos apartamentos fotografiados,  y de allí que se asemeje al juego de memoria, es el reflejo de esa búsqueda existencial que sentimos todos en algún momento de nuestra vida y que como espectadores de la obra de Dalia Ferreira vemos en sus fotografías digitales.

Desde  los tiempos de la UCAB ya Dalia Ferreira tenía esa inquietud por el ser humano, por su destino y eso se veía en trabajos del casi extinto súper 8 donde mostraba, entre otras cosas, la crisis existencial que provocaba realizar un noticiero de televisión, con una memorable escena final con los locutores haciendo los movimientos de los tres monos famosos “no veo, no hablo, no oigo”, o en una aproximación  futurista sobre la creación de los nuevos seres humanos, al estilo de Frankenstein, donde el último humano en la tierra tiene que buscar partes de otros humanos para crear nueva vida, en un planeta desolado por una guerra nuclear.  

En Cuarentena podemos ver cómo Caracas se transforma, bajo la óptica de la artista, que no deja de lado su pasión periodística, para reinterpretar a la ciudad y sus símbolos.

Otras piezas de esta muestra van al detalle de la angustia, a los rostros de miedo, soledad, necesidad de escapar del concreto poco amigable en el que se ha convertido Caracas y, lamentablemente, otras ciudades, porque ni siquiera en eso, de cercar a las personas y sus almas, hemos sido capaces de ser originales.

Alambres de púas, ventanas con rejas, altos muros, son una pequeña muestra de cómo Caracas, otrora ciudad de los Techos Rojos, ha convertido a quienes en ella habitan, o habitamos, en seres que pareciéramos estar en Cuarentena, y estamos encerrados como aquellos zoombies de Resident Evil, pero aquello era solamente una ficción, mientras que la que es expuesta por Dalia Ferreira es la con cruda e intervenida realidad, o al menos esa es mi Visión Particular de esta muestra fotográfica  

El Metro descubre lo bueno, lo malo y lo feo de Caracas

Para nadie es un secreto que el Metro ha unido a Caracas

 y sus zonas aledañas

Antes, si uno vivía en el oeste, o en el este, y decía ¡voy a Caracas!, esa era una travesía, que en muchos casos, obligaba al interesado a tomar hasta dos o tres autobuses.

Desde Guarenas o  los Valles del Tuy, ahora es más fácil llegar a Caracas, así que el Metro puede decirse que es el verdadero demócrata, porque une a varias ciudades y municipios, sin distingo de razas, ideologías, ni condición social, o religión.

Hasta aquí todo suena bonito, democrático, unificador, pero.. Ah que siempre hay un pero, ¿Qué pasa con las adyacencias de las estaciones del Metro?, ¿Cómo se vive?, ¿De qué se vive en esas zonas?, ¿Se vive?

Estas y otras interrogantes, todas producto de la curiosidad, provocan una serie de trabajos sobre los alrededores de la Línea 1 del metro de Caracas. En realidad, estas consideraciones me permiten dos cosas que me gustan: Pasear y Escribir.

Un domingo, uno cualquiera, ni de elecciones, ni feriado, ni nada por el estilo, sólo un domingo, decidí comenzar la primera fase de esta aventura por conocer lo que sucede al salir de las estaciones del Metro.

Lo primero que hay que plantearse es algo muy importante: ¿Cómo empiezo?, ¿Qué orden he de seguir?, la respuesta a esto no podía ser más sencilla: Comenzar por el principio, es decir, desde la estación más lejana hasta su opuesto. Admito que algún mal intencionado dirá ¿pero empezar por cuál estación lejana si hay dos puntas?. La respuesta es mucho más sencilla de lo que se cree: Un simple cara o cruz de la moneda.

Luego de esta rápida toma de decisiones, cara o cruz, me monté en el Metro y me bajé en la primera estación de mi recorrido

Estación Propatria

 Aunque insisto en que esta exploración comenzó un domingo normal, sin elecciones ni día feriado de por medio, lo que me recibió a la salida de la estación Propatria no era nada normal. Era simplemente el diluvio universal, agua por todas partes y en todas direcciones

¡Paraguas! ¡Lleve su Paraguas!, nunca faltan los vendedores ambulantes en estas ocasiones, junto a un respetable número de personas que esperábamos en la salida de la boca de la estación, todos con la esperanza y el deseo de que escampase pronto.

Pasados unos minutos, más que minutos a mi parecer, por lo eternos, en que la lluvia amenazaba con estropear este proyecto, junto a una obligada compañía de personas, al fin aminoró lo suficiente para dejarme salir de ese encierro obligado, y pude marcharme sin comprar un paraguas a los vendedores, a pesar de su insistente llamado o canto de sirenas.

Salvo agua, y más agua corriendo en libertad por las calles, y los carros jugando a mojar a los peatones, la salida lateral de la estación Propatria no ofrecía mayores atractivos. Unos abastos chinos, alguna que otra venta de comida – con plásticos tapando los productos comestibles, y los envases – pero, lamentablemente, nada más que destacar o maravillarse al ver.

Deseando que la puntería de los automovilistas siguiera sin mejorar, y así no dieran  en mí, comencé a caminar parte del camino andado y llegué a la otra salida lateral del Metro.

AHHHH, esto era un cambio, ya la situación prometía, aunque, para ser honestos, el paisaje tampoco es que era una maravilla, ya que la basura acumulada era la protagonista de las calles. Afortunadamente, las frutas frescas y las ventas de comida ambulante también eran las protagonistas. Lechosa, patilla, piña y otras más se mezclaban con los olores de la fritanga de cochino, las empanadas de carne y otras delicias culinarias.

Los vendedores ambulantes no solo buscaban la atención de los transeúntes para que les compraran alimentos, también están los que ofrecen desde una linterna, un CD, o pilas, junto a ropa de dama, caballero o niño, incluso de bebé, mezclado con envases de plástico, llaveros, herramientas de plomería, películas, encendedores y cualquier cosa que uno se pueda imaginar se consigue en los puestos, o tarantines, a los largo de las inmediaciones de esta estación.

A pesar de la lluvia, y de ser domingo, había gente de todo tipo, madres con sus hijos, también de todos tamaños, desde embarazadas, bebés en coches, en andaderas, y un largo etc, lo que le daba un aire festivo a esta estación de Propatria, por lo que sentí que se había cumplido el objetivo inicial, aunque la naturaleza estaba medio opositora, así que procedí a mi segunda parada.

Estación Pérez Bonalde  

Una vez que se sale de la estación Pérez Bonalde se tiene la visión de un largo boulevard que recuerda a las calles llenas de tiendas y buhoneros de Margarita, para los que han estado en el centro de Porlamar y no en esta zona de Caracas, aunque este boulevard es mucho las largo que cualquier calle comercial de la Isla.

La extensa calle peatonal que representa este boulevard, con tiendas a lado y lado, vendedores ambulantes de cualquier clase de mercancía expuestas en sus mesones, al menos las lícitas, imagino que las otras estarían escondidas, entremezclado con los olores de las comidas fritas y el aceite caliente, hace que el caminante se pierda en esa suerte de laberinto, donde  hasta pescado se podía comprar. En todas direcciones se podía observar a varias señoras comprando, hombres mayores y no tan mayores, leyendo la prensa sentados en donde se podía. Algunos niños llorando porque las madres los tenían agarrados y ellos querían correr libremente.

Las tiendas abiertas eran una invitación a la compra, a gastar, pero también hay quienes se ocupan del aspecto espiritual, y se puede ver a los largo del boulevard representantes de diversas religiones y cultos, desde Testigos de Jehová, Mormones, Cristianos, y hasta los hare krishna estaban presentes en esta zona, sin dejar de mencionar a los que te quieren adivinar el futuro en las cartas.

Caminando, así como perdido, o viendo todo como niño admirando vidriera de juguetería, llegué sin proponérmelo a la próxima parada, que está sobre el mismo boulevard, con lo que me ahorré un pasaje.

Estación Plaza Sucre 

Al igual que en el caso de la estación Pérez Bonalde, la estación Plaza Sucre tiene su salida al boulevard que llega hasta la plaza con la estatua ecuestre del Mariscal Antonio José de Sucre, aunque reconozco que creí que era la de Bolívar, por su imponente tamaño, así que como dice el refrán, ese día aprendí algo nuevo: Que Sucre tiene una estatua a caballo tan grande como la de Simón Bolívar.

De Plaza Sucre es poco lo que se puede añadir sobre su paisaje y adyacencias, porque es muy similar a lo que se ve a la salida de Pérez Bonalde, aunque llamó la atención la propaganda política por todas partes, incluso un afiche de Luis Tascón (Q.E.P.D) cuando quiso ser alcalde de Caracas, y un afiche de candidatos de la Mesa de la Unidad colocados en los postes, y que tenían como fondo la realidad de los cerros y sus problemas.

Pensé que si seguía caminando por la avenida Sucre llegaría a la próxima estación , pero la naturaleza, aquella a la que Bolívar dijo que había que oponerse, pudo más que mis buenos deseos y me hizo retroceder hacia la seguridad y cobijo del Metro.

  Estación Gato Negro

Del subsuelo a la superficie todo estuvo bien, aunque las escaleras mecánicas no servían, lo que es ya normal en la mayoría de las estaciones, pero el problema se presentó al querer salir del Metro, porque nuevamente el diluvio universal obligó a todos a cobijarnos bajo techo, mientras se oían los gritos de ¡Paraguas! ¡Lleven sus Paraguas!, y que puedo decir… terminé comprando uno negro, tipo bastón, que estaba en oferta a bsf. 20, que era una ganga según el vendedor, porque normalmente costaban entre 35 y 40 bolívares fuertes.

Armado con mí paraguas negro, y con la lluvia como compañera, en medio de un gentío corriendo para no mojarse, más de lo que ya estaba, me encontré con de frente con el Parque del Oeste Jóvito Villalba, perdón, digo Alí Primera.  Debo aclarar, porque ya sentí miradas de reproche ante este ¿lapsus?, que no tengo nada contra el Cantor del Pueblo, ni mucho menos pretendo hacer una defensa de Jóvito Villalba, pero, Ah que siempre hay un pero, ¿había necesidad de quitarle el nombre de un gran venezolano, y que todos conocían a ese parque por ese nombre, y colocar el de otro gran venezolano?

¿No era mejor crear un Parque, plaza, monumento, o lo que consideraran mejor para que fuera propio de Alí Primera en lugar de «expropiar» el nombre existente. Tal vez sean cosas locas que a uno, en medio de la lluvia, se le ocurren preguntar.

Superado el momento del choque cultural, por lo del cambio de nombre del Parque, entré y debo reconocer que nunca había pasado del aviso de la entrada, y aunque quise conocer el Museo Jacobo Borges me quedé con las ganas, porque la institución atraviesa por «problemas laborales», que son explicados, en términos fuertes, en consignas y panfletos pegados en la entrada de la sala, y que mencionanban los conflitos que tienen en la actualidad con los directores del Museo.

Igual, la visita al Parque, con todo y lluvia, es espectacular, una gran extensión de área verde para el disfrute, solo, en pareja, grupo, e incluso se pueden celebrar cumpleaños, en kioscos dispuestos para estos fines, aunque, lamentablemente, este domingo no fue de feliz cumpleaños, porque más de uno quedó con la torta aguada y los payasos escondidos, por la cantidad y frecuencia de la lluvia que caía sobre Caracas.

La Laguna del Parque quería desbordarse y la cascada buscaba crecer y llevarse todo a su paso. Por otra parte, La oferta culinaria en el Parque, así como en las adyacencias de la estación Gato Negro podemos resumirlas de la siguiente manera: casi inexistentes, porque con esta lluvia ¿quién iba a querer comer, o vender? 

Así que al bajar un poco la lluvia decidí, armado con mi paraguas negro, seguir el recorrido de la avenida Sucre, y seguir jugando con los carros, a ver si lograban mojarme

Estación Agua Salud

Si bien es cierto que llegue caminando a la estación Agua Salud no es menos cierto que de salud poco, y de agua si había mucha.

Como la estación sale a la avenida Sucre, y la lluvia seguía acompañándome, es poco lo que realmente pude ver de los alrededores, que no fuera agua corriendo por la calle, carros jugando al tiro al blanco con los peatones, y cosas por el estilo, como algun que otra venta de fruta freca. Sin embargo, como esta estación es aérea, se puede ver el vagón corriendo por los rieles, y eso, ya de por sí, es un aespectáculo, tonto tal vez, pero espectáculo al fin. Lo que si llama la atención es que a pesar de la lluvia se podían ver puestos de ventas de fruta fresca, y como un llamado de quien sabe quien, entre esos que jugaban a mojar a los transeúntes, pasó a mi lado un autobús con la inscripción San Isidro Labrador, el resto del mensaje es de todos conocidos, y realmente que hacía falta que quitara el agua y nos mandara algo de sol.

Caminando al próximo destino, uno se encuentra con un gran aviso que advierte, a los inocentes e incautos, que está entrando en zona militar, como si ya en Caracas no hubiera zona donde no estén presentes los militares.

Nadie le hace caso al tal aviso de zona militar, y tan es así, que toda la zona parece campo de ventas, así como describen en la biblia que eran las adyacencias del templo, por lo que hasta parece una broma ese aviso amarillo con letras negras.

En fin, seguí mi camino sin hacer caso y llegué a…

Estación Caño Amarillo

Ya llegando al final del recorrido por estas primeras seis estaciones, el camino desde el aviso de Zona Militar a la estación de Caño Amarillo está lleno de olores, colores, sabores, un mercado al aire libre de verduras, pescado, sopas de varios tipos, venta de queso, plátanos, todo aderezado con aguas negras de lluvia corriendo por las calles, y teniendo a un lado el decanato de Artes Plásticas de UNEARTE, y sobre ese escenario de color y vida está la imagen de Reverón como tratando de llenarse de esas imágenes para seguir haciendo lo que siempre hizo…crear arte.

Luego de esta reflexión con la imagen de Reverón mirándome, seguí mi camino hacia la estación, ya con menos lluvia, y al pasar por la boca de entrada del Metro me llamó la atención un patio que se veía al fin y decidí llegar a él, total nadie me estaba esperando en ninguna parte a esa hora.

A unos  metros vi  una estatua de tres figuras, así que dije, ¡Vamos a ver quiénes son, y al acercarme noté que era una la imagen de Carlos Gardel, con tres músicos a su espalda. Se pregunta uno, que es lo que he estado haciendo en todo este recorrido: ¿Qué hace una estatua de Gardel tan apartada de los ojos de todos?, realmente la zona donde está la imagen es bonita, con grama, unos escalones, pero se ve solitaria, como si nadie la conociera o visitara. ¿Tendrá promoción esta Plaza?, no lo sé, o a lo mejor sí, y yo estoy tratando de descubrir el agua tibia, y mira como he visto agua en esta travesía.

Como dice el refrán: Hasta aquí nos trajo el río, pronto la segunda parte de estas crónicas del Metro y sus adyacencias

Tu cambias, él cambia, todos cambiamos y siempre tenemos nuestro real y medio

 

 

Como todos mis artículos de Crónicas Urbanas, éste tambuién tiene un audio acorde al tema

Si uno está cansado de tener la colección de Agatha Christie, o si las obras completas de Vallejo nos hacen estorbo, entonces aguerre todos eso libros que ya no quiere, eso sí, no más de 10 por persona, y llévelos al cambalache de libros de la Alcaldía de Chacao.

Una vez al mes, la Alcaldía de Chacao organiza un cambio de libros, uno lleva un máximo de 10, y los entrega en la recepción, donde le entregan tantos boletos como libros haya entregado y zasss, ya se pueden cambiar esos libros viejos, por otros, tal vez hasta más viejos, pero que para nosotros será como nuevos

Un libro un boleto, así de sencillo. Armado con sus boletos comienza uno a recorrer las mesas dispuestas con los libros de todos los asistentes, y otros que quedaron «fríos» de otro cambalache. En esta oportunidad, el día sábado reunió a quienes deseaban cambiar libros en la Plaza de Los Palos Grandes en torno a 5 mesas, más la de recepción.

Que si entregué los de García Márquez, porque ahora quiero los de Vargas Llosa, que si dejé toda mi colección de novelas de Corín Tellado, para actualizarme con los libros sobre Chávez. Esos y otros pensamientos eran expresados por los asistentes al intercambio de libro.

Estado en una mesa,  de repente, como arte de magia, todos corríeron a otra mesa, porque en ese instante llegó un nuevo lote de libros que recién habían entregado en recepción otros “cambalecheros”.  así, que al igual que los demás, también corrí y encontré algunos libros interesantes, y también encontré a unos cuantos personajes sin educación que parecian asistir a una rebatiña, o una venta de temporada, la imagen es la misma.

El proceso es sencillo, aunque algo laborioso, hay que ir de mesa en mesa revisando, a veces más de una vez hay que repetir el proceso, pero descuiden, tampoco la Plaza es tan grande como para cansarse, y se llegan a encontrar tesoros de libros, como obras de teatro, en mi caso particular. En otros casos, las personas solamente cambian los libros y dan una vuelta y se marchan, porque el objetivo no era llenarse de más libros, sino salir de algunos.

Escritores como García Márquez, Corín Tellado, Vargas Llosa, libros de filosofía, de amor, de lectura de Tarot, novelas rosas, negras, libros de periodismo, de fotografía, y un largo etcétera se puede encontrar en esta feria del intercambio de libros que duró, de 3 de la tarde hasta las 6 de la tarde.

Lo único que no se encuentra en intercambio de libros son los textos escolares, así que esa era su intención, para ahorrar costos ahora que comenzó el año escolar, no lo haga, porque eso está en las reglas de juego de los organizadores, así como solamente se aceptan 10 libros por persona.

Si quiere salir de más libros, no dude en llevar a todos los miembros de la familia, así uno se distrae con los seres queridos, y aligera la biblioteca. Cuidado, a lo mejor uno regresa con tantos libros como los que entregó.

 La nota negativa sería que faltan más mesas de libros, porque 5 no fueron suficientes y había que dar muchas vueltas, porque, además, todos quieren ser los primeros en ver las novedades y los libros que llegan.

Se entreguen libros, se intercambien, o simplemente se sienta curiosidad por ver que tienen los demás, habrá pasado un momento distinto, y sobre todo, cambió libros que si fuera a comprarlos, a lo mejor no lo hace.

Cualquier cosa, pero «Mira Marico» jamás

A mis 45 años, y a diferencia de lo que muchos creerían, soy un hombre de mente abierta

          Estoy consciente de que los tiempos cambian y por eso uno debe modernizarse, que lo que vivieron nuestros padres en poco o nada se asemeja a lo que nos tocó y nos toca vivir a diario, y que todo eso será poco o nada semejante a lo que vivirán las generaciones futuras.

          Pero de ahí a ver con buenos ojos que una adolescente, que no debía pasar de los 18 años, en la feria de comida le diga al muchacho, novio, amigo, como sea, «Mira Marico» – como si se tratase de dos amigotes que beben en una cervecería – jamás.

           Creo en la liberación femenina, de hecho soy propulsor de ello. Creo que las mujeres deben ganar igual o más que los hombres si hacen un trabajo similar, y hay que reconocerlo, en algunos casos lo hacen mejor.

          Creo que la mujer debe tener su propia fuente de ingresos y no depender de un hombre, novio, amigo, marido, o novia, esposa, porque también creo que las féminas deben decidir con quién estar.

           Pero que una joven, con blackberry en mano, en una feria de comida de un centro comercial le diga al muchacho con el que habla en la misma masa «Mira Marico», jamás.

           Estoy convencido que a las mujeres ni con el pétalo de una rosa, que ellas deben y tienen todo el derecho a escoger su sexualidad, a decidir si son o no madres, si quieren tener uno o quince niños.

           Creo que, como decía  Cherry Navarro, una pareja tomada de la mano, una madre que amamanta, un caballero que retira de la silla para que la dama se siente o que él le abra la puerta del carro son cosas que nos hacen olvidar lo absurdo de este mundo

           Pero que una joven,  que no pase de 18 años, blacberry en mano, y con los pies montados en la silla cercana le diga a su interlocutor masculino «Mira Marico», jamás.

            No hay nada más venezolano que piropear a una dama en la calle. Decirle una frase ingeniosa cargada de belleza, dulzura, sexualidad, a una mujer que además sabe, porque siempre lo saben, que tiene con qué al caminar.

             Creo que la mujer debe vestirse como le dé la gana, usar lo que a ella le parezca bien usar, sin que eso sea motivo de violencia sexual o verbal.

             Pero que una joven en una feria de comida rápida en un centro comercial le diga  al único hombre que la acompaña en la mesa «Mira Marico», como si se tratara de dos amigotes en la barra de un bar, jamás.

            Me quedé con mi jamás, porque quise evitar que si se me ocurría hacer algún reclamo a la joven del blackberry y los pies montados en la silla, el joven acompañante no entendiera mi reclamo y se portara como el caballero de la radiante armadura y fuera yo  el que pagara por meterme donde no debía.

           Al fin y al cabo, ellos no iban a entender mi Visión Particular de las mujeres y su liberación.

Comprar y vender cachivaches puede ser un intercambio de historia


Si quieren pueden leer este artículo escuchando una melodía de la infancia, bueno de algunos.

El Autor es el mexicano Franciso Gabilondo Soler, mejor conocido como Cri – Cri

En algún momento de nuestra vida, todos hemos tenido la necesidad, o el deseo, de vender cosas que guardamos en nuestras casas. Incluso, muchas personas llegan a comprar cosas porque se parecen a las que tenían cuando «niños».

Comprar cosas y atesorar recuerdos físicos puede llegar a ser una enfermedad, conocida como «El Síndrome de Diógenes». Este padecimiento se caracteriza por el total abandono personal y social y por el aislamiento voluntario en el propio hogar, acompañados en muchos casos de la acumulación de grandes cantidades de dinero o de desperdicios domésticos.

No pretendo entrar en los problemas del exceso de comprar y mantener en casa cosas como periódicos viejos, revistas del tiempo de «María castaña» o estampitas de béisbol, o botellas antiguas.

Este relato urbano se refiere a la acción que llevan hombres, mujeres y hasta jóvenes, todos los primeros fines de semana de cada mes, cuando se reúnen en la planta alta del mercado municipal de Chacao en un «Mercado de Las Pulgas».

Por esa curiosidad típica que quienes, en muchos casos, no tienen oficio, o que, precisamente su oficio es ver las cosas más disímiles, decidí ir a esta venta de antigüedades y ver por mis propios ojos lo que allí sucede.

Al llegar al mercado municipal de Chacao, lo primero que nos recibe es la algarabía propia del mercado, y eso que era ya casi medio día del sábado. Venta de carne, pescado, pollo, y cualquier otro tipo de alimentos perecederos está en ese primer piso. Al subir al segundo se observan especies, granos etc.

Por fin, ya en el tercer piso, que es donde está el objetivo de este escrito, se ve  el mercado de antigüedades y objetos varios. Uno no se pierde porque en cada  nivel hay bonitos letreros, hechos con azulejos, que le indican hacia donde debe dirigirse.

Como estaba diciendo, al llegar  al tercer piso – no puedo dejar de decirlo – se experimenta una pequeña desilusión, porque uno espera ver   una zona más grande para la venta de los artefactos, enseres, y demás cachivaches, algo así como eran las ventas, haces años, en el estacionamiento de la UCV, desconozco si eso se sigue haciendo.

Superada la primera impresión, se entra en la sala de venta y comienzan los recuerdos a llegarle a uno. Una mesita que se parece a la que había en casa de la tía Inés; un reloj en forma de barco de vela con lámpara, que se parece a la que estaba en la sala de la casa, o aquellos teléfonos de disco que tanto sirvieron para comunicarnos en tiempos remotos. Incluso algunos teléfonos de los años 80, que eran blancos y había que levantarlos para marcar, pues el disco con los números estaba en la base del aparato.

Si uno camina más allá se encuentra toda una suerte de limpieza de garaje o de buhardilla y se puede tropezar con las botellas de refrescos y cerveza que ya no existen en ese modelo. Una Polar de color verde y con el tamaño de un litro, conocida – por los que vivieron en esas épocas – como  «Jarra».

También los dulces están presentes, principalmente conservas, de coco, los aliados, acemitas, y cualquier cantidad de cosas ricas y tradicionales se pueden comer, y para beber, nada mejor que té frio o guarapo de papelón. Los precios desde 5 bolívares. En la entrada del “Mercado de las Pulgas”,  también venden tortas, empanadas, pasteles, así que hambre no se pasará.

También es posible ver en este pequeño local – que no son más que mesas donde se colocan todas las cosas y las que no caben van al piso – placas antiguas de carros, las de color azul, implementos fotográficos, propios de un mueso, pero que en su momento representaban lo más adelantado de la tecnología.

Más allá se pueden ver artículos domésticos, asistentes de cocina, cafeteras, y un largo etc que en muchos casos están nuevos, porque fueron producto  de   algún regalo de bodas que nunca se usó, o se compró en un viaje, por la novedad y modernidad del aparato, y, al final, se uso poco, y se llevó a la venta.

Entre estas cosas viejas, antiguas y usadas que uno encuentra, también hay cosas nuevas, ropa, y accesorios elaborados por las propias artesanas que encuentran en estos espacios un lugar seguro para vender su mercancía

Para los más pequeños también hay cosas de comprar, como un caballito de madera, que estaba en buenas condiciones, o juguetes de las diversas colecciones de McDonald´s y hasta Gi Joe o muñecas Barbie, pasando por cuentos infantiles, ropa, platos, jarras, cunas, etc.

Curioseando entre estas cosas que evocan una época, me encontré a mi amigo Hugo Santaromita, quien no estaba comprando, sino vendiendo algunos elementos de su apartamento, porque, como muchos otros, decidió irse del país y emprender rumbo en otros horizontes más provechosos.

Hugo me contó que los espacios cuestan 600 bolívares por el fin de semana y el «montaje» de la escenografía a vender, se realiza el viernes, para que el sábado no se interfiera ni con las actividades propias del mercado municipal, ni con las de la venta de antigüedades.

Si es un negocio vender o no parte de lo que nos sobra en las casas, que siempre sobran cosas, no lo sé, y cada quien tiene su propia experiencia  y vivencia. Algunos consultados dijeron que si daba para recuperar el pago del espacio y quedar con alguna ganancia, otros, menos afortunados, consideran que todo depende de las cosas que se estén vendiendo, y también, de la forma cómo las vendas.

Lo que sí se puede resaltar de esta actividad es que muchas personas van a recordar viejas épocas, a ver qué se pueden llevar y rememorar esos tiempos pasados, incluso van a pasear en familia, al fin y al cabo, es gratis para el visitante y es techado.

Por si alguien quiere saber, no compré nada, pero me quedó la inquietud de si vender aquellas cosas que formaron parte de nuestra historia familiar, no es una manera de perder nuestra memoria, nuestra identidad como pueblo, como sociedad. Afortunadamente, y antes de que alguien pueda sugerirlo, el vender y comprar objetos con historias familiares, puede ser también una manera de empezar nuevas anécdotas, historias que pueden entrelazarse y que pueden llevarnos a otras épocas  que nos traigan mejores recuerdos, o más vívidos.

Tal vez el vender antigüedades y cachivaches de nuestras casas no sea sino el próximo paso en la desintegración de nuestros patrimonios. Las respuestas pueden ser muchas y pocas, todo depende de nosotros, o al menos así es mi Visión Particular de este tema.

 

Rodolfo Izaguirre vive y revela

El pasado 21 de julio, en el marco del Festival Internacional de Música Contemporánea Atempo en Corpbanca, Rodolfo Izaguirre, referencia obligada en materia de cine nacional e internacional, y director por muchos años de la Cinemateca nacional, ofreció una conferencia haciendo honor al lema de la Jornada de ATempo y que no era otro que !Vivencias y revelaciones¡.

 

Si bien el texto completo de esta conferencia dictada por Izaguirre está circulando en Internet, y son varios los portales que la publican en toda su extensión, yo voy a tomarme el atrevimiento de destacar algunos pasajes  que me parecen, además de interesantes por el tema tratado, de una sencillez para explicar nuestra historia contemporánea, que es imposible no querer  compartir algunas partes de la conferencia y hacer observaciones propias.

Rodolfo Izaguirre cuenta que su  vida es una muestra palpable de la terrible contradicción de este país, y es que en lo personal, se considera un hombre moderno; hombre de cultura; de ideas avanzadas y progresistas pero que vive en la confusión y en la incertidumbre de un país que tarda en encontrarse a sí mismo. Izaguirre aclara que  «era apenas un niño de cinco años cuando Juan Vicente Gómez cometió, como dice Manuel Caballero, el único error que no se le está permitido a ningún dictador: el de morirse. Y como ha ocurrido con todos los caudillos y dictadores civiles o militares que han sido y continúan siendo en la historia venezolana y gustan apadrinar el autoritarismo invocando el nombre de El Libertador también el Bagre había convertido a Bolívar en cómplice suyo al punto que se le antojó morirse el día y mes en que murió Simón Bolívar.

Los enfermos y desilusionados huesos de Bolívar sólo sirven de amuleto a los gobiernos que utilizan su nombre para amparar o justificar sus desmanes y despropósitos». Todo lo anterior es genuina expresión de lo dicho por el escritor y periodista en esta conferencia sobre sus vivencias. Si nos dedicamos unos minutos a releer estas palabras, podemos resaltar que todos los que se sienten llamados y tocados por el genio de Bolívar, aunque no lo sean ni remotamente, dicen llenarse de ese espíritu que fue El Libertador, y peor aún, quieren ser como el prócer, morir como él, aunque sea en la misma fecha, o desenterrar sus huesos para  llenarse del alma inmortal del Padre de la Patria y decirle, en petit comité, sólo yo puedo seguir tu legado.

Como testigo de una época, Rodolfo Izaguirre resaltó cómo al conocerse la muerte del tirano, de Gómez – por si acaso -,  los tumultos  se produjeron en Caracas y los saqueos a las mansiones de los más connotados gomecistas hicieron que sus hermanos trajeran a casa,  muebles y toneles de vino español. «Aquel fue un momento único e insospechado porque a los cinco años y través de las celosías de las ventanas vi a una gente muy alborotada que si bien estuvo callada y aterrorizada durante 27 años estallaba ahora convertida en protagonista de su propia historia. Rafael María Velasco era objeto de un profundo resentimiento popular y su casa, al igual que otras casas de gomecistas notorios, fue saqueada y tuvo que abandonar el país en febrero del 36 para morir 12 años más tarde en el exilio de Costa Rica», semejanzas con lo ocurrido a la caída de Pérez Jiménez, con saqueos a las casas que los miembros del Gobierno tenían en El Paraiso, o Los Palos Grandes parecieran pura casualidad, pero creo que no lo son. Así que debemos recordar que cuando ves las barbas de tu vecino quemar …, a buen entendedor. 

En ese discurso de un pedagogo e historiador como Rodolfo Izaguirre, el relato sobre sus vivencias nos llevó a los años cincuenta del siglo 20, cuando se inició en Caracas una avasalladora búsqueda de la modernidad. «Bajo el terror político que impuso la dictadura perezjimenista, con sus persecuciones y torturas, Caracas conoció, sin embargo, un acelerado fervor renovador y se expandió hacia el Este. El Nuevo Ideal, como se autodefinió la “ideología” de aquel régimen militar, impulsó un proceso de modernidad que se resquebrajó bruscamente a partir del 23 de enero con la caída de la dictadura. Tanto los socialdemócratas como los socialcristianos, pretendiendo sancionar al dictador, detuvieron el proceso renovador por considerar que se trataba de una “pesada herencia de la dictadura” y en cierto modo “castigaron” aquella renovación urbana y arquitectónica que hizo posible la célebre afirmación del arquitecto milanés Gio Ponti cuando vaticinó que Caracas estaba destinada a ser no sólo la capital mundial de la arquitectura moderna sino la más bella ciudad moderna del mundo.

El sistema vial, y duele decirlo: las grandes obras se hicieron durante el perezjimenato. Aquí es importante recordar una de las grandes diferencias entre los gobiernos militares de derecha y los de izquierda, y esto puede generar roces y ronches, que le vamos a hacer: En las dictaduras militares de derecha se buscan inversiones para construir cosas, hacer obras, dejar huellas concretas, sin dejar de lado el aspecto económico y de corrupción en un estado que atrae capitales. En las dictaduras militares de izquierda, el Estado controla todo, se acaba la inversión privada, y es el régimen el que administra todo el que lo controla todo, no es que no haya inversiones, pero la corrupción es más grande y, lamentablemente, no alcanza para construir y dejar huellas tangibles, sino  para inculcar odio y resentimiento contra aquellos que tienen medios, poniendo la lucha de clases por encima de cualquier otro propósito de mejoría de un país, y a la sombra de los verdaderos nuevos ricos, que, o casualidad, generalmente, son los relacionados al Gobierno, ese que se dice amante de la igualdad social.

Para Izaguirre, el militarismo es «como una maldición que gravita sobre Venezuela», y relató que siendo adolescente, vivió cómo el país perdió nuevamente el equilibrio y se desplomó sobre la República el fascismo ordinario de otro militar: «Marcos Pérez Jiménez: una circunstancia que pesó sobre mí y sobre toda una generación. Quienes estuvieron conmigo en el grupo literario Sardio (Adriano González León, Salvador Garmendia, Guillermo Sucre, Elisa Lerner, Luis García Morales, Gonzalo Castellanos) y los que se agruparon en Tabla Redonda, el otro movimiento literario de los años sesenta: (Rafael Cadenas, Manuel Caballero, Jesús Sanoja Hernández, Jesús Enrique Guédez, Ligia Olivieri, Fernandez Doris, Dario Lancini, que murió recientemente), detuvieron y postergaron durante diez años sus procesos creativos. Tuvimos que esperar una década y en algunos de nosotros un tiempo mayor para que unos y otros comenzáramos a producir y revelar los frutos de nuestra actividad creadora. Las ricas aunque difíciles vivencias acumuladas antes y durante el perezjimenismo tardarán años en revelarse a través de la literatura o las artes plásticas».

Relata el escritor, e historiador que en esos 10 años, «escribió Sanoja, apenas si Adriano González León y Juan Calzadilla y a última hora Guillermo Sucre, tuvieron la oportunidad de publicar notas en el “Papel Literario”; modo de “haber mantenencia” más que la expresión de lo que llevaban por dentro. Los otros eran unos desterrados en el sentido radical de la palabra, o unos sepultados por el cataclismo. Rafael Cadenas, en la poesía, necesitó rebasar los treinta años y su primer libro importante se titula precisamente “Cuadernos del destierro”. Salvador Garmendia, en la narrativa, llegó a esa edad sin haber escrito más que libretos radiofónicos. A Zapata, nadie lo conocía. Anibal Nazoa, a quien estaba reservado escribir la novela fantástica de Venezuela, el esperpento o el grottesco de la violencia, reventó, en su estilo de humor trascendente, ya traspuesta la treintena».

Hoy, a sus ochenta años, y en lo que él mismo considera «el término y final de mi propio futuro», Izaguirre mostró su «furiosa tristeza», según palabras de él, por aquel país que avizoró, y que creyó  estar construyendo «un país al que aspiraba moderno y vigoroso; libre, rico, sensible y culto se asfixia en la hora actual en la mediocridad de una cultura cuartelaria; se hunde en la pobreza y en la confusión; se dilapida; se desgarra civil y moralmente; erosiona el lenguaje; se degrada desde el poder asaltado por un autoritarismo militar que se alimenta de sus propios abusos, corrupción y procacidad. No otro es el país que padecemos en los inicios del siglo 21, testigos como somos de la aniquilación de la democracia».

 Al igual que nos pasa  a muchos que aún vivimos en Venezuela, Rodolfo Izaguirre se considera exiliado en su propio país, «apartado, excluido, postergado y ofendido sólo por defender mi derecho a disentir. A no estar de acuerdo con muchas de las decisiones tomada desde el poder político y, aun menos, desde el organismo que se ocupa de los bienes culturales. La ofensa mayor que recibo es la de ser acusado de fascista justamente por quienes creen no serlo desde un absurdo contubernio cristiano-marxista. Porque nada es más cercano al fascismo que la ultraizquierda o la llamada izquierda autoritaria; nadie más parecido al héroe mesiánico o revolucionario que el tirano que aprieta y sojuzga», palabras con las que muchos en esa sala de Corpbanca, y quienes lean estas vivencias, se sintieron solidarios y reflejados.

 Aseguró que «me es lícito, reiterar y enumerar mis recelos: desconfío de la palabra fácil y las promesas de los políticos que luego en el poder se transforman en seres autoritarios y perversos. Me aterran por eso los Mesías, Enviados, Salvadores y Revolucionarios que tratan de emular las pasadas hazañas de algún héroe local porque se ocultan en ellos rencores sociales que, cuando asaltan al poder, destruyen los alcances, logros e instituciones existentes. Recelo de los nacionalismos porque cierran las puertas y ventanas y asfixian a los países. Desprecio a los censores; abomino de los que delatan; rechazo a los que pontifican agitando el dedo índice; a los que se empeñan en afirmar que no son moralistas; a los que se comprometen a investigar las atrocidades derivadas de la propia perversión del poder y, al decirlo, mienten con descaro», mejor dicho imposible, tristemente, una realidad, a la que, al igual que Izaguirre, muchos se sienten con derecho a criticar, porque eso no nos lo puede quitar  nadie.

Otra de las grandes verdades de esa noche, fue cuando Rodolfo Izaguirre, a sus 80 años, dijo que «desconfío de los que pronuncian la palabra «Patria», porque generalmente son quienes más crímenes cometen invocándola. !Apoyo a quién dijo que el mayor acto de patriotismo consiste en decirle a tu patria que está comportándose de forma deshonesta, estúpida y malévola¡, Me alejo también de los dogmáticos, de los fundamentalistas y obsesivos; de los que pregonan la pureza de sus actos administrativos y abomino de la justicia cuando la veo sonreída y entregada al poder político o temblando ante el uniforme militar».

Como un mensaje a García y a todas las generaciones, Izaguirre nos dijo que: «No nos merecemos tanto oprobio como tampoco se lo merece la República. No lo mereció mi infancia sojuzgada por el tenebroso laconismo del tirano Gómez tan en contraste con la insufrible e inagotable verborrea del actual presidente venezolano; tampoco lo mereció mi juventud bajo el autoritarismo militar de Pérez Jiménez y mucho menos esta hora mía, senil, brutalizada por un lenguaje presidencial tosco y de cuartel tercermundista».

Recordó, que «después de Pérez Jiménez el país vivió casi cuarenta años de cultura democrática pero en sobresalto, en una angustia permanente. El fantasma del caudillo -civil o militar – no ha dejado de acosarnos. Durante el largo período democrático conocimos a dos de ellos: Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez con el agravante de que sus respectivos partidos o, mejor dicho, los “cogollos” de sus partidos, también aprendieron a serlo. Tan caudillos fueron que nos precipitaron al abismo donde seguimos cayendo. Nos quejamos de la pérdida cada vez creciente de nuestra calidad de vida pero creo que deberíamos pensar también en el empobrecimiento de nuestra condición humana».

 Estos son tiempos de miedo, terrores que a diario nos atacan y que, para Izaguirre se refieren a los estados de ánimo del caudillo, el miedo que da pasar por una esquina de la Plaza Bolívar; el de cruzar la calle y coger la otra acera cuando vemos avanzar hacia nosotros al policía o miado al toparnos con un grupo de muchachos violentos e irrespetuosos. «El no saber si regresaremos a casa. La degradación moral y la miseria humana. El miedo a los motociclistas, a las clínicas colapsadas, a los hospitales contaminados; a los alimentos descompuestos de Pdval como trágica metáfora del otrora jactancioso país petrolero convertido hoy en un gigantesco animal podrido bajo el sol».

Y como hombre del arte, de las letras, el mayor miedo que reconoce Rodolfo Izaguirre en la actualidad es el «que se engendra desde el poder político: el miedo a opinar, a expresar libremente nuestras ideas a riesgo de podrirnos también en una cárcel mientras los jueces miran hacia otro lado. Y el más perverso y ominoso de todos: el de autocensurarnos por temor a un castigo del que no atinamos a calcular su peso antes de que nos golpee. Callar, obedecer por temor, mutilarnos el alma».

Estos es parte de una extensa, y a veces meteórica ilustración de las vivencias de Rodolfo Izaguirre, que, por suerte, pude vivir y comentar como una de mis Visiones Particulares.